Por Miguel Angel Rouco
El primer trimestre de 2017 se esfumó entre tarifazos, huelgas y marchas sindicales y en medio de una tenue recuperación económica que sólo alcanzó para frenar la caída del año anterior.
Sólo la actividad rural y sus industrias conexas dan signos de tener pujanza. Es cierto que en el interior del país, la visión de la economía es distinta, pero la reacción no es homogénea.
La Pampa húmeda es la única región del país, a pesar de las adversidades climáticas, que va dando muestras de movimiento ascendente, en especial, la actividad agrícola, a partir de la mejora en la ecuación económico-financiera, fruto de la baja y/o eliminación de las retenciones.
Se han recuperado cultivos que estaban virtualmente quebrados como el girasol y el trigo y que hasta 2015 iban camino a desaparecer. El maíz mejoró su rentabilidad y la soja mantuvo la suya sólo en las zonas núcleo porque en la frontera agrícola, los números dan empate, debido a la suba de los costos de producción en dólares.
A caballo de estas mejoras, la industria metalmecánica presenta una actividad plena con una demanda creciente.
En tanto, la actividad tambera y el complejo lácteo soportan problemas muy importantes. Inundaciones y bajos precios en tranquera y usinas en situación de quebranto con precios externos en la mitad del promedio de la década pasada y con un pesado endeudamiento.
Pero las economías regionales continúan con problemas severos debido a estos altos costos, en especial, los tributos y la logística, lo cual no augura buenas perspectivas. Los problemas se agravan aún más en las zafras de mano de obra intensiva.
En el caso de la ganadería, la situación no escapa a la generalidad y se espera una tenue mejora, a partir de la crisis brasileña, aunque los costos de producción se comen gran parte de la rentabilidad.
Hay un denominador común que presentan todas las actividades y es el enorme peso tributario que en algunos casos representa más del 50 por ciento del precio final de venta.
El resto del PBI no muestra signos de recuperación. La industria lleva casi 5 años de caída. El comercio que había recuperado algo de bríos, se vio frenado por las constantes intervenciones del Estado en el sistema de precios, aun cuando el sector mercantil se quedó con la rebaja de las comisiones por la venta con tarjetas y no las trasladó al consumidor.
Mientras tanto, el gobierno mantiene prebendas y privilegios sobre sectores que no sólo no aportan actividad económica sino que alimentan la inflación. Las ventajas impositivas y aduaneras en Tierra del Fuego no benefician al consumidor, no generan actividad económica y sólo sirven para engrosar los bolsillos de cuatro productores asociados con las grandes cadenas de electrodomésticos. El costo fiscal de “mantener” este esquemaalcanza a los 2.500 millones de dólares anuales, una cifra que supera los beneficios económicos que aporta ese sector.
Bienes de consumo sin avalancha
Tampoco esto se observa en los sectores que cuentan con una protección arancelaria elevada y que se quejan de una supuesta avalancha de importaciones.Si se observan las estadísticas comerciales se puede colegir que no hubo tal avalancha. Apenas algunos sectores han aumentado sus compras de bienes de consumo.
Las importaciones en 2016 mostraron una caída de casi 7 por ciento respecto del año anterior. Los sectores que cuentan con más protección debido al abuso de licencias no automáticas, son los menos competitivos y son los que muestran más caída de actividad. Hay una confusión deliberada que presiona por más protección: Estos sectores –muebles, textiles, calzados-, ven su caída de actividad no por las importaciones sino por la enorme presión fiscal que asfixia sus emprendimientos. Algo que los empresarios no mencionan para no enfrentar al gobierno.
Por caso, Las licencias no automáticas pasaron de 1300 posiciones en 2010 a casi 3.000 en la actualidad y el 70% de los artículos textiles está bajo el régimen de licencias no automáticas.
La Argentina tiene el triple de posiciones bajo revisión que las que había en 2011, cuando entró en vigencia el corrupto sistema de DJAI.
Hay muchos otros factores, además del régimen de licencias noautomáticas, que desalientan la importación.
Los enormes trámites burocráticos y los anticipos de impuestos hacen y convierten a la actividad importadora en riesgosa desde el punto de vista financiero. Nuevamente, la culpa no es del mundo. Los problemas son exclusivamente argentinos. La apuesta por el gradualismo tiene su costo y el haber obturado un ajuste de ingresos y obviado un ajuste del gasto público.
El retraso del tipo de cambio que contiene la inflación, producido por el blanqueo y el excesivo endeudamiento, tiene un trasfondo fiscal, producido por un enorme gasto público que no para de crecer y generar déficit. Este cocktail explosivo, con herencia kirchnerista pero alimentado por el macrismo, si no se desactiva a tiempo, producirá multimillonarios daños a toda la sociedad.